Ana Elizabeth Ochoa: Primera PhD de la U. de Cuenca - EPN - UTPL


Nuestra colega Ana Elizabeth Ochoa defendió su tesis de doctorado en noviembre de este año. Es la primera graduada del doctorado en Recursos Hídricos, la primera graduada PhD de la Universidad de Cuenca y de la ciudad de Cuenca. Queremos reiterar nuestras felicitaciones a Ana, así como nuestro agradecimiento a su trabajo para y con REMCI en Cuenca. A continuación reproducimos su discurso de graduación. ¡Gracias, Anita!


Foto cortesía de Johanna Orellana
Un Doctorado en Ciencias nos prepara para desarrollar investigación original e innovadora y para responder a retos científicos relevantes para el desarrollo de nuestro país. Este nuevo conocimiento adquirido debe ser transmitido a estudiantes, colegas y a la sociedad. La investigación es un aliado de la sociedad. La academia y los tomadores de decisiones en instituciones públicas y privadas tienen la obligación de crear un ambiente favorable para la comunicación y el aprendizaje mutuos. En la crisis climática actual, es imperativo conocer nuestros ecosistemas para adaptarnos y mitigar el impacto que ya vivimos y el que vendrá. Así como, es de suma importancia cambiar nuestra política de consumo y desperdicio que casi todos los países en el mundo consideramos normal.

Para hacer frente a la problemática actual, el programa de Doctorado en Recursos Hídricos abrió su primera cohorte hace cuatro años. Es el primero de la ciudad y el primero del país en un área de ciencias naturales. La Universidad de Cuenca, junto con la Escuela Politécnica Nacional y la Universidad Técnica Particular de Loja aunaron esfuerzos para otorgar el máximo grado académico. Y, para mí, es un honor ser la primera graduada de este Programa.
No es una casualidad que la primera Doctora, sea mujer. Casi la mitad de investigadores del Programa de Doctorado somos mujeres. Detrás de aquello, hay un camino recorrido por directores, directoras e investigadoras del Departamento de Recursos Hídricos y Ciencias Ambientales, en donde la temática de visibilización de la mujer en la ciencia y la equidad de oportunidades han sido temas de conversación que se llevaron a la práctica. De hecho, hace dos años, junto con algunas investigadoras del Departamento nos unimos a investigadoras del país en la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas. Nuestra red busca promover el trabajo científico de mujeres e incrementar su participación y reconocimiento en la academia de Ecuador y el mundo. Visibilizar a las mujeres en ciencia permite que la sociedad conozca su trabajo, que rompamos estereotipos, que exista equidad de oportunidades; y sobre todo, que niñas y jóvenes aspiren a ser científicas. A mí, la red, además me ofreció amigas y mentoras. El Departamento de Recursos Hídricos y la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas son ejemplos de que tomando acciones concretas podemos incrementar la participación de las mujeres en la ciencia. No obstante, aún queda mucho por hacer en nuestras universidades y en el mundo.

Estoy muy contenta de haber culminado este paso en mi camino y quiero agradecer el trabajo de muchas personas que hicieron posible que estemos aquí el día de hoy. Quiero expresar mi cariño por mi alma máter, la Universidad de Cuenca, en donde estudié mi pregrado y donde me aficioné por la ciencia. Agradezco a las autoridades de la Universidad, en la persona de su Señor Rector, Dr. Pablo Vanegas, por dirigir el camino de nuestra Universidad. El rectorado, a través de la Dirección de Investigación, me otorgó una beca para mis estudios doctorales y también financió el proyecto de investigación del cual mi trabajo científico fue parte. De manera especial, quiero agradecer a mis directores, Dr. Rolando Célleri y Dr. Patricio Crespo. Su experiencia y conocimientos son reconocidos internacionalmente y es destacable para mí, su dedicación como mentores. Gracias Rolando, por motivarme y guiarme en estos años. Gracias Patricio, por empujarme siempre hasta el límite desde pequeña y por estar a mi lado durante los momentos más importantes y más difíciles.

Adicionalmente, quisiera nombrar a algunos mentores y mentoras que han aportado significativamente en mi vida: Esteban Samaniego, Daniela Ballari, Prof. Jan Feyen, Galo Carrillo, Johanna Orellana y Ximena Palomeque. El Departamento de Recursos Hídricos es un grupo extraordinario y ha creado el ambiente ideal para hacer investigación. Gracias a todos sus miembros que forman parte también de este logro de hoy.

Además de la vida académica, mi familia ha sido fundamental durante mis estudios. Quiero agradecer a mis padres por ser incondicionales, por educarme sin estereotipos y darme ejemplo de fortaleza y tenacidad. Gracias a mi compañero de vida, Edisson, por apoyarme, motivarme y ser un excelente padre de nuestras mellizas, Ariana y Camila, que son sin duda mi mayor inspiración y mi más grande reto en la vida.
Gracias a todos y todas.

Creando comunidad: ¿Cómo empoderar a los estudiantes y docentes para prevenir el acoso en las universidades?


Por Marcela Morales H.

La mayoría de personas hemos experimentado o sido testigos de situaciones de acoso en la vida cotidiana. De acuerdo con los hallazgos del ‘Estudio de Prevalencia del acoso sexual en las Instituciones de Educación Superior en el Ecuador’ llevado a cabo por la Red Interuniversitaria de Investigación Feminista sobre el Acoso Sexual, cinco de cada diez estudiantes mujeres han experimentado acoso al menos una vez en su vida académica. Una situación similar han vivido cuatro de cada diez docentes y tres de cada diez personas en el ámbito administrativo y de servicios. El tipo de acoso más común en las instituciones de educación superior es el acoso no verbal, seguido del acoso verbal, físico y abuso de poder. En la mayoría de los casos, las situaciones de acoso son protagonizadas por hombres.

Gráfico de REMCI basado en Hakkins et al. (2001). Naturalistic observations of peer interventions in bullying. Social Development, 10, 512-527

Frente a esta situación, la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI) con el apoyo de la Escuela de Psicología de la Universidad de Liverpool y el financiamiento de la Embajada Británica en Quito implementamos el proyecto “¡Eres más que un espectador! Creando campus universitarios seguros para todas y todos”.


Esta intervención tiene como objetivo principal reducir la incidencia del acoso en los campus universitarios del Ecuador a través del uso de herramientas sencillas que permitan a los estudiantes, docentes y personal administrativo actuar frente a situaciones de acoso. En lugar de enfocarse estrictamente en los roles del perpetrador y la víctima, la metodología del espectador tiene un enfoque de comunidad. Enseña a los espectadores cómo intervenir de manera segura en casos en los que se presencien situaciones de acoso o violencia y a comprometerse a tomar medidas frente al acoso.


Al momento, no existe mucha ni suficiente evidencia o experiencias en torno a intervenciones enfocadas en el espectador en países del Sur Global. Con esta iniciativa piloto en Ecuador buscamos ajustar herramientas de la teoría al contexto local e identificar las prácticas que puedan tener mejores resultados y que puedan ser replicadas a nivel nacional.

Este proyecto se implementará inicialmente en la Universidad Técnica de Manabí (Portoviejo), la Universidad del Azuay (Cuenca), y la Escuela Politécnica Nacional (Quito).

Si te interesa conocer más sobre esta metodología y este proyecto, puedes ponerte en contacto con cientificas.ecuatorianas (at) gmail.com  o Marcela Morales (ma.morales.hidalgo (at) gmail.com).


Foto por Marcela Morales 


Siento la ciencia



Por Carolina Zambrano Barragán

Espero ansiosa en el jardín mientras siento cómo el sol pega en mi cara y me resguardo bajo el arupo florecido que a menudo exploramos con mi hermano Patricio. Dos minutos después, llega mi abuelito René con un pedazo de panal en su mano, lleno de miel que gotea entre sus dedos. Mis ojos y mi alma saltan y durante 30 segundos disfruto plenamente de la miel mezclada con cera, hasta que la cera se convierte en chicle. En seguida pido otro pedazo a mi abuelito, casi con la misma energía que ahora mi hija usa para pedirme un dulce o un turrón de panela y machica. Es 1987, tengo 7 años y esta escena marcaría no sólo mi infancia, sino mi camino de vida.

Solo hace un año, estudiando Narrativa Pública en Harvard, descubrí que fueron mi abuelito y sus abejas quienes me llevaron a estudiar biología y después a especializarme en cambio climático y ambiente. Mi formación comenzó temprano, con clases de apicultura para niños, mezcladas con viajes a la Amazonía ecuatoriana, adonde acompañábamos a mi mamá Lourdes a sus salidas de campo como antropóloga. Imágenes de las abejas, mi primer encuentro con una boa, y nuestro viaje en lancha con los indígenas shiwiar y sapara alimentan mis recuerdos de niñez. Años después, mis viajes de campo como bióloga llenarían esas imágenes con nombres científicos de plantas, sapos y aves.

La biología también me llevó a Galápagos donde hice mi tesis en la isla Española. Estudié la influencia de la luna en los piqueros de Nazca y, a pesar de que fue una experiencia increíble, ahí me di cuenta de que lo mío no era estudiar el comportamiento de los animales, sino tratar de hacer algo para salvarlos.  Fue entonces que empecé a trabajar en ambiente y cambio climático, en la interfaz entre la ciencia y la política, y entre la política y la acción. Mi pasión por la naturaleza me llevó a lugares como Madagascar y Perú, y a estudiar Gestión Ambiental en Yale y Administración Pública en Harvard. A pesar de no tener recursos para pagar ninguno de esos viajes ni estudios, mi hermano y mi mamá siempre me enseñaron a “lanzarme” y encontré becas para formarme en las mejores universidades y explorar parte del mundo. Como Valentín, un compañero colombiano en Harvard, siempre dice: “hay que levantar la mano” y aprovechar toda oportunidad que se cruce en tu camino.

Mi experiencia y mi formación me llevarían a ocupar puestos importantes en el gobierno y ONGs en Ecuador y América Latina. He sido Directora, Subsecretaria y Viceministra, y también gerente programática en fundaciones regionales e internacionales. Sin embargo, ninguno de esos cargos y títulos tendría sentido si no estuviera haciendo lo que me apasiona, que es buscar formas para que el desarrollo humano y la conservación de la naturaleza vayan de la mano; que pasen de ser vistos como opciones opuestas entre las que debemos elegir a elementos interdependientes básicos para nuestra existencia.  

Con este fin, y a diferencia de algunas de mis compañeras científicas, creo que encontré mi nicho como una especialista generalista. Yo siento la ciencia día a día mientras trabajo en acción climática en ciudades y bosques, en mitigación y adaptación, y desde la tecnología y la innovación. El mundo en el que vivimos es muy complejo y las respuestas que generemos a los desafíos actuales requieren de cambios en normas, creencias y comportamientos. Esto requiere de habilidades blandas, de una formación que te permita entender mejor cómo funciona el mundo, y además de paciencia. Los cambios que se requieren son profundos y, a pesar de que sentimos la necesidad de empujar cambios drásticos y urgentes para que el mundo mejore, creo que es clave ver a esto como una carrera de resistencia, y no de velocidad.  

Ahora escribo este texto a 10.000 pies de altura, en un vuelo entre Río de Janeiro y Brasilia. Después de dos maestrías, y casi 12 años de trabajo en el gobierno y ONGs en Ecuador y América Latina, mi trabajo me lleva de vuelta a la defensa de la Amazonía y de los pueblos indígenas que en ella -y de ella- viven. Ese mundo mágico que marcó mi infancia se encuentra presionado y amenazado por el extractivismo, la expansión de la frontera agrícola y el cambio climático, y ahora algunas organizaciones como la mía promueven el uso de las tecnologías para el monitoreo de los bosques y la defensa del territorio.

En el 2050, mi hijo tendrá mi edad, y espero que él y sus hijos puedan conocer y amar lo que yo he visto: comer panal de abeja, viajar en lancha por el bosque amazónico y conocer a los piqueros enmascarados en Galápagos, eso y mucho más. Por eso espero que niñas, niños y jóvenes sigan estudiando y haciendo ciencia para entender mejor nuestro mundo y que se conecten con otros para poder traducir esa ciencia en acciones concretas para preservarlo. En mi caso, la ciencia – y específicamente la biología- me abrió las puertas a diferentes roles, me ha dotado de conocimiento y ha llenado mi cabeza de preguntas. Espero que muchas niñas tengan la suerte de experimentar algo parecido y que con la ciencia nunca pierdan su capacidad de asombro.

Fotos cortesía de Carolina Zambrano Barragán





El liderazgo de las mujeres en la Universidad de las Fuerzas Armadas, sus desafíos y oportunidades



Discurso de la Dra. Mónica Jadán, 
bióloga investigadora y Jefe del Laboratorio de Cultivo de Cultivo de Tejidos Vegetales de ESPE, durante el evento Liderazgo de las Mujeres en la Academia, el pasado 7 de marzo en la ESPE, Quito.  Ella fue la primera decana civil de la ESPE.

Fotos cortesía de Mónica Jadán


“Me enseñaron que el camino del progreso no es rápido ni fácil”…..Madame Curie

Tuve la bendición de nacer y crecer en una familia de investigadores, mis padres Bioquímicos farmacéuticos de profesión, lograron que la ciencia se convierta en una de mis mayores pasiones.
Recuerdo que mi habitación y mi casa siempre estaban llenas de pequeños carteles con frases que me motivaban a ser una científica, muchos de ellos decían: “voy a  llegar a ser ingeniera genética”, no sabía muy bien de lo que se trataba, pero sabía que tenía que alcanzar ese sueño.  Para ello, mi Padre Ángel Jadán, me decía que debía estudiar fisicomatemático en el colegio, pues Watson y Crick, los científicos que descubrieron el ADN como base de la ingeniería genética, eran el uno matemático y el otro físico. Así lo hice, para luego continuar estudiando biología pura en la universidad y completar mi formación en esta área.
Es así como inicié mi carrera y fue a partir de este momento que empezaron los retos:
Joven, de provincia (de mi gran ciudad de Ambato), viviendo en un internado religioso con una comida terrible, donde tenía que enfrentarme a muchos desafíos donde aparte de tener que tomar clases extras para nivelar los conocimientos del pénsum que recibí tuve que sobrellevar la soledad de no estar con mi familia. Pero es ahora grato ver y recordar ese pasado que me hizo más fuerte cada día hasta convertirme en lo que soy.

Bueno, una vez graduada de la universidad, el famoso investigador ecuatoriano, el Dr. Luis Romo Saltos, me invitó a formar parte de su equipo de trabajo para iniciar el Centro de Investigaciones Científicas (CEINCI) en la Escuela Politécnica del Ejército. Luego de un año de trabajo, me hice acreedora a una beca del DAAD (servicio académico de Alemania) para obtener mi título de Máster en Ciencias, etapa en la que nuevamente se me presentaron varios obstáculos. Entre los más importantes fue que el señor Vicerrector de Investigaciones de esa época no me autorizó a salir con permiso sin sueldo de la universidad, por lo que tuve con mucha tristeza renunciar a mis funciones para continuar con mis estudios. Pero todo lo que parecía un impedimento hizo que con más fuerzas y ganas logre mi sueño de especializarme.
A mi regreso en el año 2000 y con mi título de máster, nuevamente el Dr. Romo me contactó y ahora para proponerme que me hiciera cargo del Subdecanato de la Facultad de Ciencias Aplicadas con la  Carrera de Ingeniería en Biotecnología, la cual él había mentalizado y propuesto su creación. Hago incapié que fue el subdecanato porque me aclaró que el puesto de Decano sólo lo podía ser ocupado por un militar, debido a  la estructura de la ESPE.
Nunca me imaginé que empezaría con el mayor reto de mi vida, claro, luego del matrimonio, iniciar una carrera en el área de las ciencias de la vida, en una universidad en donde todas sus carreras eran en ciencias exactas. No fue para nada fácil, pero lo que más me asustaba era poder responder a las autoridades ante tan grande responsabilidad y más aún a las expectativas que había puesto mi padre quien falleció dos semanas después de haber sido nombrada subdecana.
Fueron muchas las dificultades que implicaron la creación y puesta en marcha de una nueva carrera:
En la parte académica: 
  • Establecer una malla con las asignaturas, contenidos y docentes adecuados para impartir cada una de ellas. 
  • Iniciar la construcción de los laboratorios con las especificaciones necesarias. 
  • Equipar los laboratorios con tecnología de punta. 
  • Contar con los especialistas para que impartan las cátedras de especialización. 
  • Y lo más complicado obtener el presupuesto para conseguir todo lo que les he mencionado.


En la parte administrativa:
  • Explicarle al decano, quien era un oficial militar de Ing. Civil, las necesidades de la carrera de biotecnología.
  • Asistir a reuniones en donde todos eran militares y que me vean como una profesional y no como una estudiante (por mi corta edad). 
  • Aceptar el cargo de decana con la aclaración de que estaba como encargada, por ser mujer y civil.
  • Que, a pesar de ser la decana, no tenía todos los derechos de un decano militar, por ser mujer…. En fin podría enumerar muchísimas más…
Realmente, fueron muchas noches sin dormir y cada vez que lo pienso y me acuerdo, me preguntó cómo lo hice. Sólo se me viene a la mente una respuesta, no lo hice sola ya que la clave del éxito fue el equipo de trabajo con el que contaba. Logramos reunirnos personas que teníamos el mismo ideal, compartíamos el mismo sueño, remábamos hacia el mismo norte y lo que era más importante pensábamos en el bien común como carrera y como institución. Ninguno pretendía figurar o brillar más que otro, no competíamos entre nosotros sino que nos complementábamos y nos apoyábamos.

Tanto era nuestro compromiso con nuestros estudiantes y la institución que llegamos a pasar más de 8 horas en la ESPE, sin esperar pago de horas extras o algún tipo de reconocimiento, los docentes hora clase, parecían tiempo completo y los T/C puertas adentro, porque lo que primaba era la satisfacción del deber cumplido.
A pesar de venir de diferentes universidades y profesiones estábamos literalmente puestos la camiseta de Biotecnología y la ESPE, desde mi hija que tenía un año y medio, estudiantes, docentes, administrativos, autoridades, hasta el señor Rector. Y prueba de ello es esta camiseta que conservo como recuerdo de esos buenos tiempos. La mística, la honestidad, la responsabilidad, el compromiso, la lealtad, la entrega fueron los pilares esenciales, para que la carrera llegue a ser la primera y mejor carrera de Ingeniería en Biotecnología a nivel regional y nacional.

No quisiera finalizar mi intervención sin agradecer infinitamente al equipo de trabajo que hicieron posible que este sueño se haga realidad: gracias Dra. Karina Proaño, Dra. Patricia Jiménez, MSc. Alma Koch, Dra. Marbel Torres, Dra. Claudia Segovia, Dr. Marcelo Grijalva, Ing. Verónica Reyna, Sra. Soraya Pozo, y gracias a todos mis compañeros decentes y administrativos que posteriormente se fueron sumando para hoy ser una gran familia. Agradezco este espacio que me ha permito recordar lo que he hecho, lo que soy y a donde voy porque es fácil perder la perspectiva en el día a día del trabajo y con tantas dificultades, pero nuestra esencia luchadora es y será inquebrantable hasta el final, donde el recuerdo será el aliento de nuevas generaciones.




Carta a una futura científica

Por: Dámaris Intriago.

¡Hola, te saluda una científica!
Nací en Ecuador.
Desde pequeña yo, al igual que tú, siempre tuve curiosidad por conocer cómo funciona el universo y el mundo que nos rodea.
Me hacía muchas preguntas sobre la vida y la naturaleza y buscaba formas de encontrar respuestas. Mis padres y los libros fueron mis mejores maestros y me enseñaron todo lo que quería saber.
Un día, cuando tenía aproximadamente 4 años, fui a un laboratorio clínico con mis padres para realizarme unos exámenes médicos. Nos atendió una doctora y durante la visita, me pregunté que había detrás de una de las puertas que existían dentro del laboratorio. Les conté mi inquietud a mis padres y ellos le preguntaron a la doctora si me podía mostrar lo que había detrás de esa puerta. Esa puerta conducía a la parte central del laboratorio donde se analizaban las muestras médicas. La doctora abrió la puerta y me mostró el lugar.
Al instante, me llené de asombro al observar tantos recipientes de diferentes formas, tamaños y colores encima de los mesones; también observé máquinas y otros instrumentos. Al instante, uno de los instrumentos captó toda mi atención. Este instrumento era un microscopio; ese día fue la primera vez que observe uno de cerca. El lugar me fascinó tanto que desde ese momento me propuse estudiar mucho para un día llegar a ser como aquella doctora que trabajaba en ese laboratorio.
Yo lo tenía muy claro: Quería convertirme en científica para trabajar en un laboratorio, hacer experimentos y ayudar a otros, como aquella doctora lo hacía a diario.
En la escuela, me esforcé mucho y obtuve las mejores calificaciones de mi clase. Después, en el colegio, mantuve la dedicación en mis estudios y me gané una beca que me ayudo a financiarlos.
Durante mi penúltimo año de clases del colegio, participé en un curso de verano sobre biología molecular que fue dictado por mi maestra de química. Durante ese curso, aprendí sobre el ADN (ácido desoxirribonucleico), una molécula que contiene el manual de instrucciones que determina las características de nuestro organismo y su funcionamiento, junto con las técnicas de laboratorio que se utilizan para estudiarlo.

Foto cortesía de Dámaris Intriago

Me fascinó tanto esta molécula que decidí que quería convertirme en bióloga molecular para estudiar el ADN y ser capaz de comprender como se producen las enfermedades en el cuerpo humano con el fin de curarlas.
Durante mis años de colegio, obtuve excelentes calificaciones; al final del último año escolar, fui escogida como la segunda mejor alumna de mi clase. A continuación, rendí los exámenes de ingreso en la Universidad San Francisco de Quito; mi siguiente meta era ingresar a la universidad y estudiar la carrera de biología. Dado a que obtuve altas calificaciones en los exámenes de ingreso, pude participar por una beca que me ayudara a financiar mis estudios. Al final, obtuve la beca y pude estudiar la carrera que tanto quería.  
Mis años de estudio en la universidad estuvieron llenos de muchos retos y obstáculos e incluso hubo personas que no creían que yo podría cumplir mis sueños. A pesar de todo, decidí no bajar los brazos y continuar trabajando día y noche para concretar mis metas académicas. Al final del camino, vinieron las recompensas.
Me gradué con el promedio más alto de mi promoción y mi investigación de fin de carrera se convirtió en dos publicaciones científicas que fueron las primeras de mi carrera científica. Adicionalmente, gracias a la recomendación de una de mis profesoras, conseguí mi primer trabajo en mi universidad y pude continuar aprendiendo sobre mi materia favorita, la biología molecular.
¡Varios años después, supe que era el momento de dejar mi zona de confort y perseguir sueños más ambiciosos!
Ahora, mi nuevo objetivo era especializarme en medicina molecular, una rama de la medicina que utiliza la biología molecular para identificar las causas de las enfermedades que afectan al ser humano, como el cáncer, y desarrollar tratamientos más efectivos contra ellas.
Precisamente, eso quería hacer: estudiar porque se produce el cáncer y contribuir a encontrar nuevas formas para ganarle la batalla a esta enfermedad.
Gracias a una beca otorgada por el gobierno de mi país, pude alzar el vuelo hacia destinos muy lejanos y viajar a Reino Unido para cursar mis estudios de maestría en la facultad de medicina en el Imperial College de Londres, una de una de las diez mejores universidades del mundo. Seis meses después de haber iniciado mis estudios, llegó el momento por el cual esperé toda una vida.
El director de mi programa de maestría me dio la oportunidad de realizar mi tesis de maestría en un laboratorio que realizaba investigaciones sobre el cáncer de mama, el tipo de tumor más frecuente en mujeres a nivel mundial. Durante mi tesis, aprendí muchas cosas sobre esta enfermedad y adquirí experiencia en esta área de estudio.

Foto cortesía de Dámaris Intriago

¡No hay nada mejor que estudiar lo que a uno más le gusta!
Al final de este largo camino lejos de casa, obtuve mi diploma de maestría y mi sueño dorado de estudiar al cáncer se hizo realidad. A continuación, comenzó una nueva etapa llena de retos y obstáculos más complejos. Tuve la oportunidad de trabajar en un gran instituto que investiga al cáncer y busca nuevas formas para tratarlo y mejorar la salud de los pacientes que lo padecen. Había llegado la hora de ejercitar aún más mis músculos de investigadora y ganar más experiencia.
Este sendero de mi vida estuvo lleno de momentos alegres y valles muy tristes. Incluso, aquellas sombras que merodearon mis pasos durante mis años de universidad regresaron con más fuerza que nunca a tratar de estancar mis sueños diciéndome que no llegaría a ser una buena científica.
La vida de un investigador involucra mucho esfuerzo y dedicación ya que no siempre las cosas funcionan como deseas: tus experimentos no salen como los planeaste o los resultados que obtienes no son los que esperabas.
Pero, al final, eso es la investigación científica: un largo viaje lleno de triunfos y derrotas donde quien consigue grandes éxitos y logra nuevos descubrimientos es aquel quien no pierde el entusiasmo a pesar de las frustraciones diarias, considera sus fracasos como piezas de información útiles que te dan pistas sobre cómo puedes mejorar tus experimentos, y continúa trabajando a pesar de que el viento sople en su contra. Esta fue una de las lecciones más valiosas que aprendí durante mi tiempo en el instituto.
¡A pesar de todo, mi carrera científica continua en pie y todos los días me levanto con mucho entusiasmo a continuar aprendiendo más sobre la ciencia y sobre el cáncer!
Mi tiempo libre ha terminado y debo regresar al laboratorio, así que debo despedirme. Sin embargo, no quiero irme sin compartirte otras dos lecciones de vida que aprendí en el instituto.
La primera lección es: No permitas que nadie te diga que no puedes hacer algo. ¡Si tienes un sueño, trabaja por él y hazlo realidad! Confía siempre en tí misma porque nadie más lo hará por tí.
La segunda lección es: ¡Nunca te rindas! No importa si todo sale mal y te cuesta continuar, solo sigue caminando.
Yo decidí no escuchar a esas sombras, confiar en mi misma y no rendirme. Por eso, estoy hoy aquí y puedo contarte mi historia.
¡Ahora es momento de que tu escribas la tuya y que esta sea mucho mejor que la mía!
Si tienes más preguntas sobre cómo funciona la ciencia o sobre mi carrera científica, no dudes en escribirme y con gusto te ayudaré con ellas.
¡Que el conocimiento y la ciencia te acompañen siempre en tu camino y nunca dejes de volar!
Nos veremos nuevamente en otro sendero de este largo viaje,
Dámaris

Universo, aventuras y pasión por la ciencia


Por: Ana Salvador y Ángel Rivas

¡Hola! Nosotros somos Ana y Ángel, dos apasionados de la física y los viajes. Por eso pusimos en marcha el proyecto Acoge a un Científico (acogeauncientifico.com), en el que recorremos el mundo divulgando ciencia. Nosotros somos licenciados en física por la Universidad Autónoma de Madrid, allí nos conocimos.



Ana:
Uno de pequeño no sabe qué es la cosmología, pero sí sabe mirar al cielo y ver las estrellas. Así fue como terminé haciendo un doctorado en cosmología, mirando estrellas. Desde pequeña mi madre me llevaba de noche a ver la lluvia de estrellas del 15 de agosto, las perseidas. Pasábamos los veranos en un pequeño pueblo de León y allí el cielo es precioso. Siempre me preguntaba ¿qué eran las estrellas?, ¿dónde estaban?, ¿cómo se movían?, ¿qué había más allá?... Así que estudié Física y después terminé especializándome en cosmología, la ciencia que estudia el Universo. Tuve dos profesores fundamentalmente que me motivaron a estudiar lo que estudié. Primero Ignacio Guerra, mi profesor de física de bachillerato. Y después Juan García-Bellido, uno de mis profesores en la carrera y después director de tesis doctoral.

Hoy en día vivimos un momento muy especial en cosmología, cada vez hay más observaciones y con mayor precisión. El descubrimiento de la materia oscura y la energía oscura en el siglo XX ha supuesto una revolución en cosmología. La naturaleza de estos dos componentes del Universo es uno de los grandes retos de la cosmología hoy en día. Desconocemos el origen del 95% del contenido energético del Universo, al 5% que conocemos (la materia de la que nosotros estamos formados, lo que forma los planetas, las estrellas y las galaxias) es lo que llamamos materia ordinaria. Las observaciones nos dicen que el ~26% del Universo es materia oscura, un tipo de materia que no vemos pero que sabemos que está ahí por sus efectos gravitatorios. Y por último, el ~69% del Universo es energía oscura, un tipo de energía que desconocemos y hace que el Universo se esté expandiendo aceleradamente.

Yo trabajaba en la colaboración internacional ‘Dark Energy Survey’, con científicos de todo el mundo. Esta colaboración fue creada para descubrir la naturaleza de la energía oscura utilizando uno de los telescopios de Cerro Tololo en Chile. Aunque el objetivo principal de este grupo de científicos es averiguar qué es la energía oscura, no todo el mundo dentro de la colaboración se dedicaba a esto. Yo por ejemplo me dedicaba a ver la relación entre la distribución de materia ordinaria (de las galaxias que vemos) y de la materia oscura (que no vemos).  Lo que observamos con un telescopio son galaxias, no materia oscura, ya que esta no emite luz. Es como si quisiéramos saber dónde están los continentes en la Tierra mirando una imagen del planeta de Noche. Entender la relación entre galaxias y materia oscura es esencial para completar las teorías en cosmología y conocer la distribución real de materia en el Universo.

¿Por qué es importante saber qué es la energía oscura y la materia oscura? Imagínate que un médico no conociera el 95% del cuerpo humano, o un abogado no conociera el 95% de las leyes de su país. Algo parecido nos pasa a los cosmólogos con el Universo. No sabemos qué es la mayor parte del Universo, pero quién sabe a qué nos puede llevar en el futuro. Quizás a poder manipular el espacio-tiempo y poder viajar por el Universo en segundos a cualquier lugar. Los primeros científicos que hacían experimentos con la electricidad ni se imaginaban que hoy en día tendríamos celulares con los que podríamos comunicarnos con cualquier persona del mundo en tiempo real.

Lo que más me gustaba de la investigación era viajar y conocer gente de muchos lugares distintos. Trabajar con expertos en cosmología era emocionante, estar en un ambiente en el que se descubren cosas nuevas constantemente. En una ocasión tuve que ir a Chile a observar en el telescopio y fue increíble. Sin embargo, la mayor parte del tiempo de investigación te la pasas sentada delante de la computadora. Y eso no era para mí. Durante mi doctorado me di cuenta de que me gustaba más hablar de lo que hacía que realmente hacerlo. Me di cuenta de que la investigación no era lo mío, más bien la educación y la divulgación. Ángel trabajaba como desarrollador de software y quería cambiar de trabajo. Un día me dijo: “Cuando termines tu doctorado nos vamos de viaje”. Al principio no le tomé muy en serio, pero aquí estamos en Ecuador, después de haber recorrido 8 países en más de un año de viaje.

Hoy en día, tanto en física como en otras carreras técnicas sigue habiendo más hombres que mujeres. En investigación ocurre lo mismo. A lo largo de la historia ha habido grandes mujeres científicas de las que probablemente nunca has oído hablar. Por eso muchas mujeres que nos dedicamos a la ciencia nos gusta dar a conocer la labor de estas mujeres. Al final de nuestras charlas siempre hablamos de las grandes mujeres en física. Y al final de mis charlas me gusta animar a las chicas a dedicarse a la ciencia, porque LAS MUJERES SOMOS IGUAL DE INTELIGENTES QUE LOS HOMBRES Y PODEMOS HACER TODO AQUELLO QUE NOS PROPONGAMOS. Si queréis saber más sobre esto os recomiendo la página mujeresconciencia.com y la página en información de la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas remci.com

Nos gusta animar a chicos y chicas por igual a interesarse por la ciencia, aún queda mucho por descubrir, y tú podrías ser una de las personas que ayude a desentrañar las grandes incógnitas de la ciencia. CUALQUIERA PUEDE SER CIENTÍFICO, no hace falta ser el más listo de la clase ni una persona súper inteligente.

Ángel:
A mí también siempre me llamó la atención mirar al cielo y disfrutar de las miles de estrellas que vemos. Tuve la suerte de pasar las vacaciones de mi infancia en casa de mis abuelos, en Saldungaray, un pueblo de la provincia de Buenos Aires donde nació mi madre y que tiene una situación privilegiada para mirar el cielo. Allí prácticamente no hay contaminación lumínica y en cualquier lugar puedes disfrutar de ver con claridad la vía láctea y sus miles de estrellas.

Pero en mi caso, este interés por ver el cielo, no era tan marcado como en el caso de Ana. Simplemente era una de las muchas ciencias que me interesaban. Gracias a mi madre, tuve la suerte de tener la ciencia a mi alrededor. Ella es bioquímica y trabajaba en un hospital en Buenos Aires, y siempre nos traía tubos de ensayo, pipetas, guantes de latex del laboratorio. Así que, aunque era un niño y no me daba cuenta, desde temprana edad estuve rodeado de ciencia. Por esto supongo que siempre tuve claro que quería estudiar una carrera científica.

Terminé eligiendo física porque era la ciencia que, para mí, respondía más y mejor las preguntas que tenía sobre cómo funciona todo lo que nos rodea. Mucha gente, a la hora de elegir una carrera sólo se enfoca en las salidas laborales que puedan tener y eligen en función de eso. En mi caso, y creo que en la mayoría que estudia física, no tenía ni idea de lo que podía trabajar en el futuro. Elegí esa carrera para satisfacer mi curiosidad de cómo funciona el mundo. Siempre supuse que la salida laboral la descubriría en el camino y por suerte, así fue.Yo no seguí una rama de la física en concreto, ni me especialicé en ningún campo (de hecho, las optativas que elegí en los últimos años de carrera eran de una gran diversidad de campos). Y tampoco empecé una carrera en la investigación, así que cuando terminé la carrera no tenía muy claro que iba a hacer.

Investigando en el mercado laboral, vi que había muchísimas opciones. Desde trabajar como radiofísico en hospitales, como en consultaría para bancos evaluando inversiones de riesgo, en áreas como nanotecnología,  o diseñando y desarrollando software, … y mucho más. Toda esta diversidad de trabajos posibles se debe a como nos prepararon durante nuestra carrera, que lo resumiría en que nos preparan para “resolver problemas” y esa capacidad es muy valorada en cualquier ámbito.
Yo trabajé como ingeniero de sistemas diseñando y desarrollando software, un área que me gusta y tiene muchas opciones y mucha demanda. Una parte interesante de mi trabajo, es que éramos un equipo multidisciplinar, había físicos (sí, no era el único), ingenieros, matemáticos, biólogos, … y eso traía enfoques diferentes y enriquecedores a la hora de resolver problemas. Y creo que hoy en día el mundo se mueve hacia equipos multidisciplinares, que tienen más diversidad de herramientas para lograr cualquier objetivo.

Así que mi mensaje para quienes tengan dudas a la hora de elegir que estudiar es que sigan lo que más les gusta, que la finalidad laboral la va a ir descubriendo sobre la marcha y lo importante es hacer lo que uno disfrute más.

Ahora estamos viajando y divulgando ciencia, y sobre todo, seguimos disfrutando de lo que hacemos. Pueden encontrarnos en Facebook, Twitter e Instagram como Acoge a un Científico o en nuestra web acogeauncientifico.com. Ahí vamos compartiendo nuestras aventuras y novedades que hay en ciencia.



Agradecemos a nuestros amigos de Acoge a un Científico por compartir este texto a través de nuestro blog y por la chévere energía. ¡Les deseamos muchas geniales aventuras en los caminos por venir!

¿Por qué es importante incluir a mujeres en la gestión del riesgo de desastres a todo nivel?

  Por Gisela Caranqui Nazate Hoy en día reducir el riesgo de desastres es prioritario. En los últimos 20 años, los desastres ocasionaron 1...