Por: Dámaris Intriago.
¡Hola, te saluda una científica!
Nací en Ecuador.
Desde pequeña yo, al igual que
tú, siempre tuve curiosidad por conocer cómo funciona el universo y el mundo
que nos rodea.
Me hacía muchas preguntas sobre la vida y la
naturaleza y buscaba formas de encontrar respuestas. Mis padres y los libros
fueron mis mejores maestros y me enseñaron todo lo que quería saber.
Un día, cuando tenía aproximadamente 4 años, fui a un
laboratorio clínico con mis padres para realizarme unos exámenes médicos. Nos
atendió una doctora y durante la visita, me pregunté que había detrás de una de
las puertas que existían dentro del laboratorio. Les conté mi inquietud a mis
padres y ellos le preguntaron a la doctora si me podía mostrar lo que había
detrás de esa puerta. Esa puerta conducía a la parte central del laboratorio
donde se analizaban las muestras médicas. La doctora abrió la puerta y me
mostró el lugar.
Al instante, me llené de asombro al observar tantos recipientes
de diferentes formas, tamaños y colores encima de los mesones; también observé
máquinas y otros instrumentos. Al instante, uno de los instrumentos captó toda
mi atención. Este instrumento era un microscopio; ese día fue la primera vez
que observe uno de cerca. El lugar me fascinó tanto que desde ese momento me
propuse estudiar mucho para un día llegar a ser como aquella doctora que
trabajaba en ese laboratorio.
Yo lo tenía muy claro: Quería
convertirme en científica para trabajar en un laboratorio, hacer experimentos y
ayudar a otros, como aquella doctora lo hacía a diario.
En la escuela, me esforcé mucho y obtuve las mejores
calificaciones de mi clase. Después, en el colegio, mantuve la dedicación en
mis estudios y me gané una beca que me ayudo a financiarlos.
Durante mi penúltimo año de clases del colegio,
participé en un curso de verano sobre biología molecular que fue dictado por mi
maestra de química. Durante ese curso, aprendí sobre el ADN (ácido desoxirribonucleico), una molécula que
contiene el manual de instrucciones que determina las características de
nuestro organismo y su funcionamiento, junto con las técnicas de laboratorio
que se utilizan para estudiarlo.
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Foto cortesía de Dámaris Intriago |
Me fascinó tanto esta molécula
que decidí que quería convertirme en bióloga molecular para estudiar el ADN y
ser capaz de comprender como se producen las enfermedades en el cuerpo humano
con el fin de curarlas.
Durante mis años de colegio, obtuve excelentes
calificaciones; al final del último año escolar, fui escogida como la segunda
mejor alumna de mi clase. A continuación, rendí los exámenes de ingreso en la
Universidad San Francisco de Quito; mi siguiente meta era ingresar a la universidad y estudiar la carrera de biología. Dado a que obtuve altas calificaciones
en los exámenes de ingreso, pude participar por una beca que me ayudara a
financiar mis estudios. Al final, obtuve la beca y pude estudiar la carrera que
tanto quería.
Mis años de estudio en la universidad estuvieron
llenos de muchos retos y obstáculos e incluso hubo personas que no creían que
yo podría cumplir mis sueños. A pesar de todo, decidí no bajar los brazos y
continuar trabajando día y noche para concretar mis metas académicas. Al final
del camino, vinieron las recompensas.
Me gradué con el promedio más alto de mi promoción y
mi investigación de fin de carrera se convirtió en dos publicaciones
científicas que fueron las primeras de mi carrera científica. Adicionalmente,
gracias a la recomendación de una de mis profesoras, conseguí mi primer trabajo
en mi universidad y pude continuar aprendiendo sobre mi materia favorita, la
biología molecular.
¡Varios años después, supe que
era el momento de dejar mi zona de confort y perseguir sueños más ambiciosos!
Ahora, mi nuevo objetivo era especializarme en medicina molecular, una rama de la medicina que utiliza la biología molecular
para identificar las causas de las enfermedades que afectan al ser humano, como
el cáncer, y desarrollar tratamientos más efectivos contra ellas.
Precisamente, eso quería
hacer: estudiar porque se produce el cáncer y contribuir a encontrar nuevas
formas para ganarle la batalla a esta enfermedad.
Gracias a una beca otorgada por el gobierno de mi
país, pude alzar el vuelo hacia destinos muy lejanos y viajar a Reino Unido
para cursar mis estudios de maestría en la facultad de medicina en el Imperial College de Londres, una de una de las
diez mejores universidades del mundo. Seis
meses después de haber iniciado mis estudios, llegó el momento por el cual
esperé toda una vida.
El director de mi programa de maestría me dio la
oportunidad de realizar mi tesis de maestría en un laboratorio que realizaba
investigaciones sobre el cáncer de mama, el tipo de tumor más frecuente en
mujeres a nivel mundial. Durante mi tesis, aprendí muchas cosas sobre esta
enfermedad y adquirí experiencia en esta área de estudio.
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Foto cortesía de Dámaris Intriago |
¡No hay nada mejor que
estudiar lo que a uno más le gusta!
Al final de este largo camino lejos de casa, obtuve mi
diploma de maestría y mi sueño dorado de estudiar al cáncer se hizo realidad. A
continuación, comenzó una nueva etapa llena de retos y obstáculos más
complejos. Tuve la oportunidad de trabajar en un gran instituto que investiga
al cáncer y busca nuevas formas para tratarlo y mejorar la salud de los
pacientes que lo padecen. Había llegado la hora de ejercitar aún más mis
músculos de investigadora y ganar más experiencia.
Este sendero de mi vida estuvo lleno de momentos
alegres y valles muy tristes. Incluso, aquellas sombras que merodearon mis
pasos durante mis años de universidad regresaron con más fuerza que nunca a
tratar de estancar mis sueños diciéndome que no llegaría a ser una buena
científica.
La vida de un investigador
involucra mucho esfuerzo y dedicación ya que no siempre las cosas funcionan
como deseas: tus experimentos no salen como los planeaste o los resultados que
obtienes no son los que esperabas.
Pero, al final, eso es la
investigación científica:
un largo viaje lleno de triunfos y derrotas donde quien consigue grandes éxitos
y logra nuevos descubrimientos es aquel quien no pierde el entusiasmo a pesar
de las frustraciones diarias, considera sus fracasos como piezas de información
útiles que te dan pistas sobre cómo puedes mejorar tus experimentos, y continúa
trabajando a pesar de que el viento sople en su contra. Esta fue una de las lecciones más valiosas que aprendí durante mi
tiempo en el instituto.
¡A pesar de todo, mi carrera científica
continua en pie y todos los días me levanto con mucho entusiasmo a continuar
aprendiendo más sobre la ciencia y sobre el cáncer!
Mi tiempo libre ha terminado y debo regresar al
laboratorio, así que debo despedirme. Sin embargo, no quiero irme sin
compartirte otras dos lecciones de vida que aprendí en el instituto.
La primera lección es: No permitas que nadie te diga que no puedes hacer
algo. ¡Si tienes un sueño, trabaja por él y hazlo realidad! Confía siempre en
tí misma porque nadie más lo hará por tí.
La segunda lección es: ¡Nunca te rindas! No importa si todo sale mal y te
cuesta continuar, solo sigue caminando.
Yo decidí no escuchar a esas sombras, confiar en mi
misma y no rendirme. Por eso, estoy hoy aquí y puedo contarte mi historia.
¡Ahora es momento de que tu
escribas la tuya y que esta sea mucho mejor que la mía!
Si tienes más preguntas sobre cómo funciona la ciencia
o sobre mi carrera científica, no dudes en escribirme y con gusto te ayudaré con
ellas.
¡Que el conocimiento y la
ciencia te acompañen siempre en tu camino y nunca dejes de volar!
Nos veremos nuevamente en otro sendero de este largo
viaje,
Dámaris