El liderazgo de las mujeres en la Universidad de las Fuerzas Armadas, sus desafíos y oportunidades



Discurso de la Dra. Mónica Jadán, 
bióloga investigadora y Jefe del Laboratorio de Cultivo de Cultivo de Tejidos Vegetales de ESPE, durante el evento Liderazgo de las Mujeres en la Academia, el pasado 7 de marzo en la ESPE, Quito.  Ella fue la primera decana civil de la ESPE.

Fotos cortesía de Mónica Jadán


“Me enseñaron que el camino del progreso no es rápido ni fácil”…..Madame Curie

Tuve la bendición de nacer y crecer en una familia de investigadores, mis padres Bioquímicos farmacéuticos de profesión, lograron que la ciencia se convierta en una de mis mayores pasiones.
Recuerdo que mi habitación y mi casa siempre estaban llenas de pequeños carteles con frases que me motivaban a ser una científica, muchos de ellos decían: “voy a  llegar a ser ingeniera genética”, no sabía muy bien de lo que se trataba, pero sabía que tenía que alcanzar ese sueño.  Para ello, mi Padre Ángel Jadán, me decía que debía estudiar fisicomatemático en el colegio, pues Watson y Crick, los científicos que descubrieron el ADN como base de la ingeniería genética, eran el uno matemático y el otro físico. Así lo hice, para luego continuar estudiando biología pura en la universidad y completar mi formación en esta área.
Es así como inicié mi carrera y fue a partir de este momento que empezaron los retos:
Joven, de provincia (de mi gran ciudad de Ambato), viviendo en un internado religioso con una comida terrible, donde tenía que enfrentarme a muchos desafíos donde aparte de tener que tomar clases extras para nivelar los conocimientos del pénsum que recibí tuve que sobrellevar la soledad de no estar con mi familia. Pero es ahora grato ver y recordar ese pasado que me hizo más fuerte cada día hasta convertirme en lo que soy.

Bueno, una vez graduada de la universidad, el famoso investigador ecuatoriano, el Dr. Luis Romo Saltos, me invitó a formar parte de su equipo de trabajo para iniciar el Centro de Investigaciones Científicas (CEINCI) en la Escuela Politécnica del Ejército. Luego de un año de trabajo, me hice acreedora a una beca del DAAD (servicio académico de Alemania) para obtener mi título de Máster en Ciencias, etapa en la que nuevamente se me presentaron varios obstáculos. Entre los más importantes fue que el señor Vicerrector de Investigaciones de esa época no me autorizó a salir con permiso sin sueldo de la universidad, por lo que tuve con mucha tristeza renunciar a mis funciones para continuar con mis estudios. Pero todo lo que parecía un impedimento hizo que con más fuerzas y ganas logre mi sueño de especializarme.
A mi regreso en el año 2000 y con mi título de máster, nuevamente el Dr. Romo me contactó y ahora para proponerme que me hiciera cargo del Subdecanato de la Facultad de Ciencias Aplicadas con la  Carrera de Ingeniería en Biotecnología, la cual él había mentalizado y propuesto su creación. Hago incapié que fue el subdecanato porque me aclaró que el puesto de Decano sólo lo podía ser ocupado por un militar, debido a  la estructura de la ESPE.
Nunca me imaginé que empezaría con el mayor reto de mi vida, claro, luego del matrimonio, iniciar una carrera en el área de las ciencias de la vida, en una universidad en donde todas sus carreras eran en ciencias exactas. No fue para nada fácil, pero lo que más me asustaba era poder responder a las autoridades ante tan grande responsabilidad y más aún a las expectativas que había puesto mi padre quien falleció dos semanas después de haber sido nombrada subdecana.
Fueron muchas las dificultades que implicaron la creación y puesta en marcha de una nueva carrera:
En la parte académica: 
  • Establecer una malla con las asignaturas, contenidos y docentes adecuados para impartir cada una de ellas. 
  • Iniciar la construcción de los laboratorios con las especificaciones necesarias. 
  • Equipar los laboratorios con tecnología de punta. 
  • Contar con los especialistas para que impartan las cátedras de especialización. 
  • Y lo más complicado obtener el presupuesto para conseguir todo lo que les he mencionado.


En la parte administrativa:
  • Explicarle al decano, quien era un oficial militar de Ing. Civil, las necesidades de la carrera de biotecnología.
  • Asistir a reuniones en donde todos eran militares y que me vean como una profesional y no como una estudiante (por mi corta edad). 
  • Aceptar el cargo de decana con la aclaración de que estaba como encargada, por ser mujer y civil.
  • Que, a pesar de ser la decana, no tenía todos los derechos de un decano militar, por ser mujer…. En fin podría enumerar muchísimas más…
Realmente, fueron muchas noches sin dormir y cada vez que lo pienso y me acuerdo, me preguntó cómo lo hice. Sólo se me viene a la mente una respuesta, no lo hice sola ya que la clave del éxito fue el equipo de trabajo con el que contaba. Logramos reunirnos personas que teníamos el mismo ideal, compartíamos el mismo sueño, remábamos hacia el mismo norte y lo que era más importante pensábamos en el bien común como carrera y como institución. Ninguno pretendía figurar o brillar más que otro, no competíamos entre nosotros sino que nos complementábamos y nos apoyábamos.

Tanto era nuestro compromiso con nuestros estudiantes y la institución que llegamos a pasar más de 8 horas en la ESPE, sin esperar pago de horas extras o algún tipo de reconocimiento, los docentes hora clase, parecían tiempo completo y los T/C puertas adentro, porque lo que primaba era la satisfacción del deber cumplido.
A pesar de venir de diferentes universidades y profesiones estábamos literalmente puestos la camiseta de Biotecnología y la ESPE, desde mi hija que tenía un año y medio, estudiantes, docentes, administrativos, autoridades, hasta el señor Rector. Y prueba de ello es esta camiseta que conservo como recuerdo de esos buenos tiempos. La mística, la honestidad, la responsabilidad, el compromiso, la lealtad, la entrega fueron los pilares esenciales, para que la carrera llegue a ser la primera y mejor carrera de Ingeniería en Biotecnología a nivel regional y nacional.

No quisiera finalizar mi intervención sin agradecer infinitamente al equipo de trabajo que hicieron posible que este sueño se haga realidad: gracias Dra. Karina Proaño, Dra. Patricia Jiménez, MSc. Alma Koch, Dra. Marbel Torres, Dra. Claudia Segovia, Dr. Marcelo Grijalva, Ing. Verónica Reyna, Sra. Soraya Pozo, y gracias a todos mis compañeros decentes y administrativos que posteriormente se fueron sumando para hoy ser una gran familia. Agradezco este espacio que me ha permito recordar lo que he hecho, lo que soy y a donde voy porque es fácil perder la perspectiva en el día a día del trabajo y con tantas dificultades, pero nuestra esencia luchadora es y será inquebrantable hasta el final, donde el recuerdo será el aliento de nuevas generaciones.




Carta a una futura científica

Por: Dámaris Intriago.

¡Hola, te saluda una científica!
Nací en Ecuador.
Desde pequeña yo, al igual que tú, siempre tuve curiosidad por conocer cómo funciona el universo y el mundo que nos rodea.
Me hacía muchas preguntas sobre la vida y la naturaleza y buscaba formas de encontrar respuestas. Mis padres y los libros fueron mis mejores maestros y me enseñaron todo lo que quería saber.
Un día, cuando tenía aproximadamente 4 años, fui a un laboratorio clínico con mis padres para realizarme unos exámenes médicos. Nos atendió una doctora y durante la visita, me pregunté que había detrás de una de las puertas que existían dentro del laboratorio. Les conté mi inquietud a mis padres y ellos le preguntaron a la doctora si me podía mostrar lo que había detrás de esa puerta. Esa puerta conducía a la parte central del laboratorio donde se analizaban las muestras médicas. La doctora abrió la puerta y me mostró el lugar.
Al instante, me llené de asombro al observar tantos recipientes de diferentes formas, tamaños y colores encima de los mesones; también observé máquinas y otros instrumentos. Al instante, uno de los instrumentos captó toda mi atención. Este instrumento era un microscopio; ese día fue la primera vez que observe uno de cerca. El lugar me fascinó tanto que desde ese momento me propuse estudiar mucho para un día llegar a ser como aquella doctora que trabajaba en ese laboratorio.
Yo lo tenía muy claro: Quería convertirme en científica para trabajar en un laboratorio, hacer experimentos y ayudar a otros, como aquella doctora lo hacía a diario.
En la escuela, me esforcé mucho y obtuve las mejores calificaciones de mi clase. Después, en el colegio, mantuve la dedicación en mis estudios y me gané una beca que me ayudo a financiarlos.
Durante mi penúltimo año de clases del colegio, participé en un curso de verano sobre biología molecular que fue dictado por mi maestra de química. Durante ese curso, aprendí sobre el ADN (ácido desoxirribonucleico), una molécula que contiene el manual de instrucciones que determina las características de nuestro organismo y su funcionamiento, junto con las técnicas de laboratorio que se utilizan para estudiarlo.

Foto cortesía de Dámaris Intriago

Me fascinó tanto esta molécula que decidí que quería convertirme en bióloga molecular para estudiar el ADN y ser capaz de comprender como se producen las enfermedades en el cuerpo humano con el fin de curarlas.
Durante mis años de colegio, obtuve excelentes calificaciones; al final del último año escolar, fui escogida como la segunda mejor alumna de mi clase. A continuación, rendí los exámenes de ingreso en la Universidad San Francisco de Quito; mi siguiente meta era ingresar a la universidad y estudiar la carrera de biología. Dado a que obtuve altas calificaciones en los exámenes de ingreso, pude participar por una beca que me ayudara a financiar mis estudios. Al final, obtuve la beca y pude estudiar la carrera que tanto quería.  
Mis años de estudio en la universidad estuvieron llenos de muchos retos y obstáculos e incluso hubo personas que no creían que yo podría cumplir mis sueños. A pesar de todo, decidí no bajar los brazos y continuar trabajando día y noche para concretar mis metas académicas. Al final del camino, vinieron las recompensas.
Me gradué con el promedio más alto de mi promoción y mi investigación de fin de carrera se convirtió en dos publicaciones científicas que fueron las primeras de mi carrera científica. Adicionalmente, gracias a la recomendación de una de mis profesoras, conseguí mi primer trabajo en mi universidad y pude continuar aprendiendo sobre mi materia favorita, la biología molecular.
¡Varios años después, supe que era el momento de dejar mi zona de confort y perseguir sueños más ambiciosos!
Ahora, mi nuevo objetivo era especializarme en medicina molecular, una rama de la medicina que utiliza la biología molecular para identificar las causas de las enfermedades que afectan al ser humano, como el cáncer, y desarrollar tratamientos más efectivos contra ellas.
Precisamente, eso quería hacer: estudiar porque se produce el cáncer y contribuir a encontrar nuevas formas para ganarle la batalla a esta enfermedad.
Gracias a una beca otorgada por el gobierno de mi país, pude alzar el vuelo hacia destinos muy lejanos y viajar a Reino Unido para cursar mis estudios de maestría en la facultad de medicina en el Imperial College de Londres, una de una de las diez mejores universidades del mundo. Seis meses después de haber iniciado mis estudios, llegó el momento por el cual esperé toda una vida.
El director de mi programa de maestría me dio la oportunidad de realizar mi tesis de maestría en un laboratorio que realizaba investigaciones sobre el cáncer de mama, el tipo de tumor más frecuente en mujeres a nivel mundial. Durante mi tesis, aprendí muchas cosas sobre esta enfermedad y adquirí experiencia en esta área de estudio.

Foto cortesía de Dámaris Intriago

¡No hay nada mejor que estudiar lo que a uno más le gusta!
Al final de este largo camino lejos de casa, obtuve mi diploma de maestría y mi sueño dorado de estudiar al cáncer se hizo realidad. A continuación, comenzó una nueva etapa llena de retos y obstáculos más complejos. Tuve la oportunidad de trabajar en un gran instituto que investiga al cáncer y busca nuevas formas para tratarlo y mejorar la salud de los pacientes que lo padecen. Había llegado la hora de ejercitar aún más mis músculos de investigadora y ganar más experiencia.
Este sendero de mi vida estuvo lleno de momentos alegres y valles muy tristes. Incluso, aquellas sombras que merodearon mis pasos durante mis años de universidad regresaron con más fuerza que nunca a tratar de estancar mis sueños diciéndome que no llegaría a ser una buena científica.
La vida de un investigador involucra mucho esfuerzo y dedicación ya que no siempre las cosas funcionan como deseas: tus experimentos no salen como los planeaste o los resultados que obtienes no son los que esperabas.
Pero, al final, eso es la investigación científica: un largo viaje lleno de triunfos y derrotas donde quien consigue grandes éxitos y logra nuevos descubrimientos es aquel quien no pierde el entusiasmo a pesar de las frustraciones diarias, considera sus fracasos como piezas de información útiles que te dan pistas sobre cómo puedes mejorar tus experimentos, y continúa trabajando a pesar de que el viento sople en su contra. Esta fue una de las lecciones más valiosas que aprendí durante mi tiempo en el instituto.
¡A pesar de todo, mi carrera científica continua en pie y todos los días me levanto con mucho entusiasmo a continuar aprendiendo más sobre la ciencia y sobre el cáncer!
Mi tiempo libre ha terminado y debo regresar al laboratorio, así que debo despedirme. Sin embargo, no quiero irme sin compartirte otras dos lecciones de vida que aprendí en el instituto.
La primera lección es: No permitas que nadie te diga que no puedes hacer algo. ¡Si tienes un sueño, trabaja por él y hazlo realidad! Confía siempre en tí misma porque nadie más lo hará por tí.
La segunda lección es: ¡Nunca te rindas! No importa si todo sale mal y te cuesta continuar, solo sigue caminando.
Yo decidí no escuchar a esas sombras, confiar en mi misma y no rendirme. Por eso, estoy hoy aquí y puedo contarte mi historia.
¡Ahora es momento de que tu escribas la tuya y que esta sea mucho mejor que la mía!
Si tienes más preguntas sobre cómo funciona la ciencia o sobre mi carrera científica, no dudes en escribirme y con gusto te ayudaré con ellas.
¡Que el conocimiento y la ciencia te acompañen siempre en tu camino y nunca dejes de volar!
Nos veremos nuevamente en otro sendero de este largo viaje,
Dámaris

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